HOy en casita, he podido dormir hasta tarde, y tras recoger la casa, e puesto la estufita y me he adentrado entre las páginas de "Doce cuentos Peregrinos" de Gabriel García Marquez...Estaba bien, pero lo que me ocurre cadas vez que leo un libro, me entran ganas de relatar mis propias historias y experiencias, así que cuando terminé de leerme el primer cuento, "Buen viaje, señor presidente", encendí el pequeño pc y aquí estoy...

Cada vez que escribo, cuento mis experiencias, lo que siento, y lo que la universidad me está otorgando..a veces me siento demasiado egocéntrica, pero nunca me paro a pensar, ¿que otra cosa puedo contar?
Tras un momento pensando, han pasado por mi mente historias que mis padres me contaron, de mis tios, abuelos, primos,etc..; historias que merecen ser contadas, con las que ríes, lloras, te estremeces, porque todas las familias tienen historias así, pero no quiero contarlas, me parece que tienen mucho más valor el contarlas en persona, en días en los que no tienes nada que hacer y te sientas con tus seres queridos a recordar viejos tiempos...

Entonces recordé, a una persona que estuvo en mi vida no mucho tiempo, pero que tiene una historia digan lena de sufrimientos y superación personal..

"Ella se llama Manuela, ahora puede tener unos 50 y picos años, con 5 hijos, la mayoría ya con hijos, casados o divorciados, o que tuvieron hijos sin establecer una relación duradera.
Se casó con apenas 19 años, estando ya embarazada del mayor, del que no recuerdo el nombre. Eran jóvenes, sin estudios, así que la única manera era buscarse la vida trabajando en lo que saliera. Su marido comenzó a trabajar en una cooperativa en Lepe, recogiendo fresas, ya que vivían en Cartaya y no caía tan lejos, y ella comenzó a limpiar casas.
Vivían sin lujos, gastando lo necesario y sin oportunidad de ponerse a ahorrar para proporcionarles un futuro a sus hijos.
Unos tras otros, fueron llegando los demás hijos, llenando una casa de apenas dos habitaciones, y sin oportunidad de buscarse algo más...pero en esa casa consiguió criarlos a todos, ser feliz dentro de lo posible, y mantener a la familia unida...
Cuando el mayor apenas alcanzaba los 25, y el menor los 7 años, el padre sufrió un accidente volviendo de trabajar, y por desgracia, no volvió a aparecer por aquella casa. El mundo se vino encima de esa pobre familia, y las dos niñas que tenían, ambas menores de los 18, comenzaron a limpiar casas junto a su madre, sin posibilidad de terminar los estudios obligatorios. Pero la cosa comenzó a desmadrarse, el chico fue creciendo y juntandose con malas amistades, el mayor le dio a su primer nieto,las niñas no poseían estudios, y el mediano comenzó a trabajar en la cooperativa.

Fue en ese momento cuando la conocí, llegando un día del colegio, una mujer estaba en mi casa, ayudando a mi madre a limpiar. Y con apenas 12 años me dí cuenta de la suerte que tenía, y que tenemos la gran mayoría de nosotros de poder estudiar, de tener un techo y una comida caliente todos los días...
Venía dos días a la semana y comía con nosotros, en ocasiones traía a la niña más pequeña, con 15 años, María, para que la ayudase o para que jugase conmigo mientras ella limpiaba.
Lo que más me sorprendió de ella, y lo que más admiro, era esa sonrisa que nunca se le borraba de la cara y que me regalaba cada vez que volvía del colegio y estaba ella con fregona en mano.

Estuvo un año viniendo a casa, hasta que un día, dejo de venir, pregunté y me dijeron que había encontrado otro trabajo, y que no podía venir a casa...

Pocos años después me enteré que el hijo mediano, volviendo de trabajar en la cooperativa, sufrió un accidente...imaginaros que pasó..

Ahora María tiene dos niños, con 21 años, sigue limpiando y sin estudios.
De los demás apena sé nada...
y Manuela, sigue limpiando, sin dejar de sonreír, llevando la vida para delante sobre sus espaldas, y sufriendo lo que ha sufrido, pero ahí esta...

A veces creo que se me viene el mundo encima por insignificancias, y no me doy cuenta de la suerte que tengo..."

Comentarios

  1. La felicidad está en la perspectiva. Siempre hay algo a lo que aferrarse. Un beso

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