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Pronombre personal

 Las letras se deslizan entre los dedos de la niña, queriendo salir de su imaginación y ser motivo de conversación. Las palabras se le agolpan en el pecho y buscan resquicios de huída, pero la armadura la respalda una vez más. Aquella decisión no fue suya y sabe que la llave del baúl se perdió, pero a veces sueña con abrir el candado a base de pronombre personal. Mientras tanto, sigue cazando las palabras que salen de su mente a través de sus dedos mientras la persiana no esté del todo bajada...

Algo resuena

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 La niña sigue dentro de su armadura. Distraída con nuevas emociones, pero siempre pendiente de su entorno. Algo la distrajo.  De nuevo esos pasos junto a ella. Resonaban a lo lejos, entre la multitud. Esos pasos que ignoraron su presencia. La niña quiso ponerse en pie, pero su armadura no le permitió avanzar. Su armadura la protegió una vez más, pero le dejó una sensación extraña en la boca. Sabía a óxido, se sentía pesada. Desde ese momento se ha vuelto experta en reconocer aquellas pisadas, cada vez más cercanas. Sus pies cambian de dirección a la misma vez que sus ojos buscan un resquicio de apertura en la comisura de los metros que los separan.

Armadura

 Cerró la puerta de un portazo. Un golpe que resonó por toda aquella habitación, levantando el polvo y dejando huellas vacías. No fue su decisión, pero el silencio si lo sufrió. El shock se apoderó de ella y le tambaleó la realidad. Y antes de que se volvieran a escapar sentimientos que ya no le pertenecían, encerró en el baúl aquello que debía. Pero esta vez, no guardo la llave. No volvería a cometer el mismo error. La llave desapareció mientras ella salía de la estancia, tomando la decisión de crecer lo suficientemente para no caber nunca más en aquellas cuatro paredes. Esta vez, ella se protegió...

 Sí Quisiera saber más sobre tí. Toda una vida luchando contra tus secretos, sufriendo en ignorancia. Sí... Me escondo tras la ventana, rebuscando un sólo resquicio que me asegure tu bienestar. Sí... Me gustaría ser quién te apoye, pero el dolor aún reside en mí, me pesa, me arrastra... Sigo buscando letras que no me pertenecen, por el simple ego de un amor perdido.  Quisiera soltar amarras, pero la niña no dejará que se pierdan todas esas lágrimas amargas. 

A veces...

 A veces me pregunto si me escuchas, si entiendes mis mensajes... A veces me pregunto donde estás, y porqué no estás aquí...  A veces recuerdo todo, donde pasó y cómo.  A veces... Tú tan tú, yo tan yo. Y ninguno de los dos a la vez... 
 Te odio porque aún me haces llorar. Te extraño porque quiero olvidar. Te sigo buscando sin esforzarme demasiado, pidiéndole a la vida que no volvamos a cruzarnos. Sigo caminando... Te...

Soy

 Soy esa que lleva las botas desgastadas y la mochila abierta. Esa que se despista al escuchar música por la calle y se marca unos pasitos de baile.  Esa que aprendió a mirar para arriba y a apreciar lo que las ciudades esconden más allá de la primera planta.  Soy esa que llora en soledad y ríe en compañía.  Esa estúpida incapaz de controlar las emociones y termina enredándolas, como si de un cable de auriculares de tratasen.  Esa a la que se le hace bola la carne y la vida.  Soy yo, con 28 años y una serie de responsabilidades que llegaron demasiado rápido, o tal vez fui demasiado lenta para atenderlas.  Al fin y al cabo.  Soy. 
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Me gusta pensar que el silencio traslada en su susurro inaudible aquello que nunca nos dijimos. Que la oscuridad guarda con recelo momentos que nunca vieron la luz. Que mis pies no estaban hechos para caminar campo a través. Que encontré el sendero. Que asfalté mi camino. "Ahora que el mundo está recién pintando...."
Y sin tener una línea directa, sabemos dónde dar el uno con el otro. Sin palabras. Sin señales... Siendo canales demasiado ocultos para continuar con ellos. Siendo una falsa que nos creamos en torno a la nada.
A pocos minutos de mi final alternativo, sigo contando los segundos de la nada.